martes, 19 de enero de 2021

Tercera

Era pleno invierno y amanecía en la ciudad, que seguía dormida. El carruaje avanzaba a buen ritmo por las heladas calles de la Segunda Capital. Tercera bostezó. Las reuniones a horas tan tempraneras le daban una pereza terrible, pero estaba obligada a asistir. Era una de las pocas ocasiones en las que se reunían las tres hermanas en el mismo lugar, siempre en la misma fecha: el día después del solsticio de invierno. Se asomó a la ventana de su transporte, descorriendo la cortina con gesto aburrido. La Segunda Capital era tan insípida como siempre. Nevada la mayor parte del año y sin ningún color a la vista excepto el blanco: edificios blancos, ropa blanca, pieles blancas. No había nada destacable. 

Pasaron calles y más calles en su camino. Cuando ya estaban cerca, un bulto pequeño en la entrada de un callejón en el que apenas entraba la luz llamó su atención. A simple vista solo había nieve, pero estaba segura de que había algo allí escondido. Dió un toque a la pared delantera para poner sobre aviso al conductor.


-¡Pare inmediatamente!


El carruaje se detuvo con un chirrido y relinchos por parte de los caballos. Se puso el abrigo y sin siquiera esperar al cochero, se apeó de un salto. Se acercó corriendo al bulto que, visto de cerca, parecía estar tiritando. Cuál fue su sorpresa cuando resultó ser un niño pequeño envuelto en numerosas mantas, con la cara colorada y las pestañas congeladas. Inmediatamente se giró al cochero, quien se acaba de bajar movido por la curiosidad.


-Acérquese y ayúdeme a traer a este joven al interior del carruaje, si es tan amable. Si lo dejamos aquí morirá dentro de poco.


Con su magia derritió la nieve que lo aprisionaba y pudieron sacarlo del callejón. Entre los dos trasladaron al helado muchacho dentro y retomó la marcha. Tal vez sus hermanas no aprobaran lo que estaba haciendo, pero no iba a dejar que alguien muriese si podía evitarlo, aunque fuese un niño sin techo. No, precisamente porque era un niño sin techo.


Sin más inconvenientes, llegaron al palacio. En todo el camino, el joven parecía haber recuperado algo de vida pero no había pronunciado palabra alguna. Simplemente lo miraba todo con ojos asustados. Unos criados salieron a recibir a la extraña comitiva.


-Preparad un baño caliente y una chimenea de inmediato. Proporcionadle al joven algo de ropa limpia, un abrigo y cuando esté listo traedlo conmigo para el desayuno.


Los criados asintieron y se llevaron al confuso muchacho al interior. Este miró una última vez atrás antes de desaparecer por la puerta y le pareció ver algo más que miedo en su mirada. Parecía… gratitud.


Mientras esperaba a que bajasen su equipaje, escuchó un característico carraspeo y se giró para sonreirle a sus hermanas.


-Primera, Segunda. He llegado sana y salva.


Segunda sonrió e hizo ademán de adelantarse a saludarla, pero Primera la paró con un gesto.


-Querida hermana pequeña, me alegro que tu viaje haya llegado a su fin sin inconvenientes. Sin embargo, ¿cómo se te ocurre traer un mendigo a mi palacio?


-En realidad, hermana mayor, es mi palacio. -puntualizó Segunda. Primera la fulminó con la mirada.


Tercera se cruzó de brazos y bufó.


-¿Esperabas que lo dejase morir en la calle, como un perro abandonado? Pensaba que todavía te quedaba algo de corazón, pero ya veo que no.


Primera entrecerró los ojos. Contuvo un escalofrío. Desde pequeña le imponía, pero últimamente se veía capaz de plantarle cara. Finalmente se giró sin mediar palabra y se dirigió al patio interior, seguido del cochero que cargaba numerosos bultos. Su otra hermana por fin pudo acercarse y recibirla con un abrazo.


-Te he echado de menos, hermanita. Traes la alegría de la que carece nuestra hermana mayor. -bromeó.


-Siempre está igual. ¿No se aburre de ser tan estirada? En fin, vamos dentro que me estoy helando. ¿Está lista la comida? -su hermana asintió, sonriendo- ¡Genial! Me moría de hambre.


Mientras comían, llegaron los criados acompañando al muchacho. Estaba aseado y vestía un traje blanco que le venía como un guante. Lo dejaron sentado a su lado, pero no se movió para coger comida. Se quedó con la cabeza gacha y sin mediar palabra, así que no le quedó más remedio que servirle ella misma. 


-Anda, come. Que estás en los huesos y en edad de crecer.


Segunda comenzó a reír.


-Eres la más joven, pero suenas a nuestra madre.


-¡Retira eso! -la amenazó con el tenedor agitándolo en el aire.


Una risa interrumpió el ataque. Las dos se giraron y vieron el rostro del niño, iluminado por una sonrisa, riendo. No pudieron evitar ser contagiadas por su repentina alegría y lo acompañaron, sustituyendo el frío de la habitación por el calor de sus carcajadas.


-Parece que no eres mudo, al fin y al cabo. -Tercera se dirigió al chico. Este negó con la cabeza y volvió a bajar la mirada, pero aún sonreía.


-Me… me dabais miedo. -admitió, avergonzado.


-¿Miedo? ¿Nosotras? Ni que fuéramos nuestra hermana. 


-Es que nunca había estado en un sitio tan grande… y con ropa tan bonita.


-Te ha faltado lo deliciosa que es la comida. Anda, pruébala.


El muchacho hizo caso a Segunda y en cuanto se llevó un bocado a los carrillos los ojos se le llenaron de lágrimas.


-¡Ehtá cahliente! -proclamó, con la boca llena.


Las dos soberanas volvieron a reír y se miraron, entendiéndose al instante. Su hermana mayor podría decir lo que quisiera, pero ese muchacho se quedaba en Palacio al menos de momento. Lo único que lamentaba Tercera era no poder hacer lo mismo por todos los niños que estaban en las calles pasando frío. Pero una vocecilla en su mente comenzó a fraguar un plan…

2. Escribe un relato protagonizado por tres reinas magas

¡Segunda semana del #52RetosLiterup! Voy un poco bastante tarde (5 días) pero, ¡no pasa nada! Debo decir que no estoy demasiado contento con el relato y que podría haber sido más largo y mejor revisado, pero como voy ya bastante justo de tiempo... shit happens. Espero igualmente que lo disfruteis.

Si quereis empezar vosotros mismos el reto, en el hashtag está el enlace a la página.

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