domingo, 29 de marzo de 2020

Malditos ojos

Esos condenados ojos. Hasta cuando me apuntaba con una pistola, a escasos momentos de tomar mi vida, tenía esa mirada indiferente, pero una indiferencia superior. Se sabía mejor que yo. Y por eso le importaba tan poco acabar conmigo.

Cerré los míos, preparado, esperando ver mi vida pasar. Pero no ocurrió. Como si de una maldición se tratase, solo pude ver esos ojos. Todas y cada una de las veces que se habían topado con los míos. Desde que nos conocimos de pequeños en el colegio, hasta cuando vio mis manos manchadas de la sangre de sus padres.

Nuestra historia se remonta a hace muchos años. Coincidimos en el colegio, él proveniente de una familia rica y yo de una bastante más humilde. Ya entonces me miraba por encima del hombro, sabiéndose superior en estatus. Tal vez eso fue lo que hizo que me invitase a su casa, la pena. Porque compasión tampoco era. Sólo lo hizo para su propia satisfacción, probablemente. Cómo le odiaba ya entonces. Pero sería estúpido no aceptar su invitación, me dijeron mis padres. Por mucho que fuese una falsa compasión, esa relación me abriría muchas puertas en el futuro. Y un cuerno.

Su mundo se sostenía en las apariencias. Y a medida que pasaban los años, fui dándome cuenta de esto. De como me miraban sus padres. Del desprecio en sus ojos. Pero de sus labios solo salían palabras en apariencia amables, formadas con sus lenguas de serpiente. Y todo por la situación en la que había nacido, por la falta de riqueza de mi familia. Ese desprecio, esa superioridad me hizo desear ser como ellos. Tener ese dinero. Sólo se me ocurrió conseguirlo robándoles.
Como no podía ser de otra manera, salió mal. Entré en mitad de la noche, pero estaban los padres despiertos. Me asusté, y tenía un cuchillo en la mano. No recuerdo ni como pasó, para cuando volví en mí, yacían delante dos cadáveres, y mis manos estaban llenas de sangre. Escuché unos pasos apresurados, y por la puerta aparecieron aquellos ojos, pero con mucha más inocencia que los de ahora. Fue en ese momento donde desapareció toda esa inocencia. No pudo ni moverse de la impresión, solo eran sus ojos desorbitados moviéndose frenéticamente, del cadáver de sus padres, a mi cuchillo, a sostenerme la mirada.

Inmediatamente supe que tenía que salir de allí. Y una parte de mi supo con certeza lo que iba a suceder años más tarde. Abrí los ojos. Si iba a morir, al menos vería esos malditos ojos una vez más. Me sostuvo la mirada durante un instante. Y apretó el gatillo.


2 comentarios:

  1. Ay, me dan ganas de saber más, pero parte del encanto de este relato es que cuenta una historia así en poquitas palabras <3

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