miércoles, 11 de marzo de 2020

La Puerta


Miré al suelo. Había balas, muchas balas. Al menos, lo parecían, ya que eran de color rojo y la mayoría estaban deformes. ¿Qué había pasado allí para que hubiese tantas? Una palmada en la espalda me sacó de mis pensamientos.

-¿Qué, ha sido o no buena idea venir aquí?

Miré atrás. Ahí estaba Rafa, uno de mis mejores amigos de la universidad. Tras él, el resto del grupo entraba y salía de los distintos barracones. Barracones. Ah, ahora se acordaba. Había ido con su grupo de la facultad a visitar una base militar abandonada cerca de la costa.

En respuesta a Rafa, simplemente me encogí de hombros. Unos gritos llamaron mi atención, y al girarme me dio la sensación de que el mundo iba más lento. A lo lejos, se acercaba una tormenta. Una tormenta de cabello pelirrojo, piel clara y sonrisa permanente, que se acercaba dando saltitos como si de una princesa Disney se tratase, tarareando alguna canción. Iba vestida con unos pantalones a rayas blanco y negro, y una sudadera claramente más grande que ella. Se la había prestado yo.

Un codazo en el costado me devolvió a la realidad. Molesto, me giré a Rafa, quien me miraba con una sonrisa picarona en los labios.

-Deja de quedarte mirando embobado, y atento porque nos está llamando.

Es cierto, venía hacia nosotros saludándonos con el brazo. En un momento se plantó a nuestro lado, dando botes emocionada.

-¡He encontrado una cosa muy chula, venid a verla conmigo!

Otra palmada en la espalda por parte de Rafa me impulsó hacia delante.

-Ya va él, yo prefiero seguir explorando un poco más por aquí.

Rafa me sonrió, como diciendo ''ya me lo agradecerás luego''

Alejandra, la chica pelirroja, le sacó la lengua a Rafa y me cogió de la mano, tirando de mí en la dirección desde la que había venido ella. Casi se me corta la respiración.

Después de un par de giros, llegamos a una zona más abierta, donde había una pista multideporte: fútbol, baloncesto y tenis. ¿En serio era necesario esto en una base militar? Tenían hasta una piscina, que se veía a lo lejos. Pero al parecer, no era nada de esto lo que había llamado la atención de Alejandra, quien me dirigía hacia lo que parecía el marco de una puerta. Sólo el marco, de un metal bastante oxidado, y colocado en medio de la nada.

Alejandra me soltó y corrió hacia la puerta.

-¿No te parece lo más aleatorio que has visto en mucho tiempo?

Desde luego, era más interesante que unos barracones medio derruidos. Pero seguía pensando en por qué había tantas balas rojas en el suelo antes...

Bueno, tampoco tenía sentido preocuparme, así que saqué el móvil para hacerle una foto a Alejandra, que estaba mirando la puerta de espaldas a mi.

Al encender la cámara y apuntar, me quedé sin palabras. Dentro del marco de la puerta no se veía el paisaje del bosque en el que estaba localizada la base. Se veía una playa, con un mar con las aguas cristalinas, con pequeñas olas que acariciaban la arena inmaculada.

Al levantar la cabeza de la pantalla, no vi nada de eso. ¿Sería mi imaginación? Pero no, ahí estaba, en la pantalla de mi teléfono.

Dubitativo, me acerqué al marco, mientras Alejandra me miraba extrañada. Alargué una mano al interior, y para mi sorpresa ésta iba desapareciendo a medida que pasaba por el marco, además de notar una suave brisa en mis dedos.

-Vamos.- dije, con una seguridad en la voz que no estaba seguro de dónde venía.

En otro arrebato de valor, le cogí la mano. Ella, pese a que seguía muy sorprendida, me siguió. Juntos, cruzamos la puerta, para aparecer inmediatamente en una playa paradisíaca. El suave sonido de las olas al romper era lo único que se oía. Mirando atrás, sólo estaba el mismo marco oxidado, con lo que parecía una jungla detrás. Sólo para asegurarme, miré hacia la puerta a través del móvil. Vi la base militar dentro de ésta.

Vale, seamos racionales. ¿Cómo hemos acabado aquí? ¿Se cerrará esa puerta al cabo de un tiempo? Deberíamos ir con cui- el grito de Alejandra cortó estos pensamientos.

-¡¡VAMOS A BAÑARNOS!!

Sin que me diese tiempo a reaccionar, Alejandra se desnudó, revelando el bikini negro que llevaba debajo, y salió corriendo al grito de ''Ay que ilusión''.

Dando un sonoro suspiro, me cambié rápidamente y la seguí. Viéndolo de otra manera, era una buena oportunidad de acercarme a ella. Ya me preocuparía más tarde por la puerta.

Al cabo de unas horas, estábamos los dos tirados en la arena, disfrutando del sol, hasta que empezó a anochecer. Nos vestimos otra vez, y con las manos entrelazadas cruzamos la puerta de vuelta. Una vez en la base, me llamó la atención la hora que marcaba el móvil. ¿Sólo habían pasado 40 minutos desde que se marcharon?

Apareció Rafa por una esquina, con cara de preocupación, pero se le iluminó la cara al vernos.

-Llevamos media hora o así buscándoos, ¿dónde os habíais metido?

Alejandra y yo le miramos enigmáticamente, y solo le dimos respuestas vagas. Ambos acordamos antes de volver que la puerta sería nuestro pequeño gran secreto.

Al día siguiente...

Alejandra y yo hemos vuelto a la base militar dando un agradable paseo, cargando con los aparejos para la playa, listos para pasar el día tumbados en la arena y chapoteando en el mar. Sin embargo, al llegar a la pista, no hay ninguna puerta. Por más que buscamos, no estaba. Ni siquiera había marcas en el lugar donde estaba colocada ayer.

Ella se pasó los siguientes meses quejándose de no haber podido ir más a aquel sitio. A mi también me fastidiaba, pero con el recuerdo tan bonito que tengo de aquel lugar me basta y me sobra.

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