¡Ah, la noche! ¡Qué paz, qué tranquilidad! Desde luego, no hay mejor momento en todo el día que cuando éste termina. ¡Sol, vete!, que ahora es el turno de la Luna de salir a jugar
Aunque, mientras otros se divierten, uno ha de salir a trabajar. Así lo quiso el Mago, quien hizo de mí algo más que instinto animal. Una suerte habérmelo topado, si me preguntas.
¿Qué parte de la noche me gusta más? Bueno, esa es una pregunta muy poco específica, querido colega. Sin duda, te referías a qué parte del trabajo, ¿no es cierto? Aun así, el espíritu romántico que habita en mí se ve obligado a responder a la primera formulación: por supuesto, no son los colores. Podría ser la banda sonora tan peculiar que solo los habitantes de la noche alcanzamos a oír. Pero, sin duda alguna, lo mejor es el aroma nocturno. Me explico: ¿cuándo sino se tiene la oportunidad de apreciar en todo su esplendor los jazmines, las petunias o las budelias?
Ahora, mi trabajo. Podría decirse que es sufrido (la labor de cualquier repartidor lo suele ser), pero uno se acaba acostumbrando a las exigencias físicas. Además… sí, tienes razón. Tal vez debería ofrecerte primero un breve resumen de mi oficio.
Yo reparto conocimientos, amigo mío. Viajo de noche, al cobijo de la oscuridad, en busca de aquellos ávidos o necesitados de saber. Y, si se tercia, alguna poción cortesía de la casa. Aún a día de hoy me pregunto cómo sabe el Mago de las necesidades de cada aventurero…
Por supuesto, las condiciones de trabajo son inmejorables. Los vuelos con la brisa nocturna acariciando mi plumaje son un privilegio del cual todo el mundo querría disfrutar. Y con este fantástico macuto de cuero (hechizado por el Mago en persona), ¡ni siquiera noto el peso de los paquetes que porto! Por no hablar del salario; el Mago es increíblemente generoso, créeme.
Aparte de eso, tengo otros proyectos entre alas, si me permites la expresión: nada más y nada menos que mis propias memorias. Considero que la mía es una historia que merece la pena que sea contada y de la que hay mucho que aprender. Tal vez suene pedante esta afirmación, pero nada más lejos de la realidad. ¡Soy un búho hecho a sí mismo!
¡En fin! El deber me llama, mi plumífero camarada. Espero que la caza de esta preciosa noche de cuarto creciente sea productiva. ¡Hasta la próxima!
Que monisimo ay jo
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